martes, 14 de diciembre de 2010

Por una sola noche

Dame tu calor, quiero olvidarme de que ella sigue mariposeando a tu alrededor como las moscas en la carne podrida. Una sola noche, dame tu calor y abrazame fuerte; haceme sentir el calor que le hacías sentir a ella cada noche durmiendo enredado entre sus piernas y la felicidad que le brindaste despertando cada mañana a su lado. Haceme feliz, por lo menos una noche. Pensá que soy ella, y al mismo tiempo olvidate de que ella existe. Dame la mano, confiá y dejate llevar.

Solo pido una noche, que compartas conmigo tus besos, tus caricias, tus abrazos; que me prestes tu calor y tu amargura; que juegues con mis risas y no sólo con mis llantos; que me disfrutes, que me alcances, que me lleves y que me traigas; que me hagas volar. Compartime, compartime todo eso que le das a ella cada día de invierno y cada noche de verano; todo eso que a ella la hace feliz y a mi me hace derramar otra lágrima más por tu amor, todo lo que vivís con ella mientras yo no soy nada más que un grano de arena en el mar. Alzame y haceme flotar entre las nubes, ahogarme en el medio del mar, intoxicarme con el perfume del rocío; quiero que salten lágrimas de cocodrilo de mis ojos y los fuegos dentro de mí lleguen a incendiar tu cuerpo, que tus manos frías y secas transpiren con el calor de mi cuello y que ella desaparezca, que se esfume en tu respiración y deje de dar vueltas por tu cabeza y de moverte el piso y cada parte de tu cuerpo, que muera… por lo menos por una noche.